FERIA DEL LIBRO ROJO

El manifiesto comunista a dos mil pesos dice un joven que no supera los 15 años,  viste polera roja y lleva un bigote que debe usar sólo en vacaciones. Está sentado detrás de una mesa llena de libros de un señor que no conoce y nunca conocerá: El Che Guevara.  Están más baratos que en cualquier librería, sólo a siete mil pesos insiste.
La Feria del Libro Barrial tiene como sede la Plaza Brasil y está en su último día. La feria del libro barrial  tiene un solo color político, un lienzo con una foto de la cara de Piñera, que lleva pegada al cuello una patente que dice Huevon;  al lado, en una pequeña mesa redonda, una mujer lee el tarot a cambio de un aporte voluntario.
De libros hay poco, unos 6 puestos ofrecen ejemplares  cargados de revolución. Podemos cambiar al mundo de Camila Vallejos compite con Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. Hay fotos en blanco y negro a cien pesos de Neruda, Parra, Borges y otros exponentes de la cultura nacional e internacional. Puros cubanos a cuatro mil pesos. Artesanos que venden aros, pulseras, collares a bajo costo. Tortillas, jugos naturales, chocolates y hasta un pastel de choclo bañado por el sol.  
El lugar está lleno de jóvenes de barba larga, pelo tomado, rastas, hippies, pero también adultos mayores, perros vagos y con dueño, bicicletas, cerveza y,  parejas con sus hijos que disfrutan de una función de títeres exhibida en el pasto.
Más que feria del libro parece una junta política y no recuerdo haber visitado algo similar. Sospecho que si no abandono el lugar terminaré leyendo los principios del marxismo o la revolución francesa. Aunque tengo ganas de llevarme Memoria armada de los 80, un libro de fotografías de Pepe Duran, repleto de imágenes de aquellos que pelearon contra Pinochet, pero no tengo los 10 mil pesos que cuesta; pero me alcanza para comprar dos mini libros, de hojas amarillas y olor a viejo de la editorial Quimantú, impresos en 1972: Sherlock Holmes en El enemigo de Napoleón y Rimas de Gustavo Adolfo Becker, los dos por mil quinientos pesos.

 No tengo cuentas con Dios, mis cuentas son con los hombres– la voz suena a través de unos parlantes mientras reviso la música pirata, a mil pesos, y ahí estaba, nunca antes lo había visto, un CD con la franja del NO; el arcoiris me trajo cierta nostalgia de una época donde no entendía mucho lo que pasaba, pero el ambiente era de jolgorio y felicidad,  una época en que muchos creyeron que cambiarían el mundo, como muchos jóvenes que, hoy, dejan la feria con algún libro del Che Guevara bajo el brazo.

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